Buenos días, este fin de semana está siendo un poco
complicado. No me encuentro del todo bien, no sé si serán los nervios que me
rondan la boca del estómago o que no hice bien la digestión.
Imagino que algo tendrá también que ver la entrevista que
tuve el viernes, entre sesión y sesión de SKATE HERO, con un padre despechado.
Pero sí que algo tocado me dejó.
Y fue una entrevista muy lúcida, y rápida, incluso de pie por si acaso se nos pegaba el culo a la silla. Y para tener libres las manos por si acaso teníamos que llegar a abrazarnos por la calidez de la situación.
Pues bien, primero he de decir que logré lo que todo un
equipo docente no había logrado en todo lo que llevamos de curso, y es conocer
a nuestro progenitor desaparecido. Y él muy bien así lo reconoció, que yo no lo
conocía a él, al igual que él no me conocía a mí. Así empezamos.
Para venirme luego a decir, no os penséis que nada
equivocado, que el defendía a su hijo, que le costaba venir al instituto, pero
que no iba a aguantar que un mindungui como yo, le pidiera ayuda a su hijo,
vamos que quien era yo para mandarle un mensaje a las cuatro de la tarde, que
no son horas de instituto, y que qué hacía yo con su número de teléfono.
Es cierto que no le dije que no me parecía demasiado tarde,
para otras veces, y que el número de teléfono el que se lo había dado era yo a
él, claro está con un toque a su número, para que tuviera el niño mi contacto y
así, si necesitaba ayuda poder buscar soluciones.
Pero bueno, es que él no ha estado aguantando mis charlas,
entrevistas a deshoras, o peticiones de permisos para añadirle a grupos de interés
de padres, que no mío. Ni ha tenido tutorías telefónicas a horas intempestivas.
Pero todo eso no se lo puedo echar en cara, porque él sí que no ha estado, y
cierto es que no me conoce.
Pero el punto donde lo dejamos, sí que me preocupa más, no
por mí mismo, sino por el tono y el giro inesperado de la conversación, que
vino a minar mi línea de flotación, como hace tiempo que no me sentía.
Y fue al nombrar a mi familia, y decirme que él podía
enterarse de donde vivimos… No hizo falta que me dijera nada más, porque él mismo
tuvo que ver el cambio de mi rostro. Y ahí lo dejamos. El señor en cuestión se
dirigió, más subido que un gallo, al despacho del director, y yo me fui a mis
clases correspondientes con mi primero de Bachillerato.
A la salida del trabajo me llamó el director para darme el
relato correspondiente de lo que debe y no debe hacer alguien que se dedica a
esto. Y a mí, entre uno y otro, me han hecho pensar en nuestra denostada labor
como docentes.
Esta mañana, de cuya fecha no quiero acordarme, un padre me
ha amenazado.
Y sí puedo decir que está muy mirada con lupa el trabajo con
adolescentes, y que no se puede hacer nada más allá de la ley, que es la que
defiende a nuestros menores, y a nuestras minorías.
Pero me apetece poner en valor la labor del que nos vemos
con las manos atadas por no poder hacer nada más que mantener a vuestros hijos aparcados
en una silla, y bien controlados por el sistema y la ley, que protege a
aquellos susceptibles de marginación, o de cualquier abuso supuesto.
Pues bien, y a los docentes, quien nos protege ante este
tipo de amenazas? Me pregunto yo.
Me apetece hacer alguna reflexión mas y compartir, no para
denunciar, sino para precisamente hacer público algo que tantas veces nos
callamos. Super protegemos a los menores, y está bien ponerlos entre algodones,
que no madruguen, que no pasen las penurias que yo he tenido que pasar, o mis
padres; pero de ahí a ponerlos en una burbuja, bueno pues allá cada uno lo que
hace en su casa, ahí no me voy a meter en berenjenales, que yo también sigo
aprendiendo en estos telares…
Pero que antes de querer entender qué ha pasado, si es que
ha pasado algo, qué es lo que pretende un profesor, y ya simplemente se le
juzgue con la ley en la mano como propia autodefensa, porque se le ha puesto
también cara a la pared a una realidad demasiado oscura, no me parece justo, no
me parece que tengamos que estar con las manos atadas con miedo a qué decir, a
qué hacer, o qué puedo sugerir a mis alumnos hacer, porque siempre he pensado
que con el miedo y la amenaza no se educa. Con el miedo jamás se llega a
ninguna parte, con prudencia si… Así me lo ha aconsejado mi director…
Pero que siempre se tengan que llevar la palma las minorías
hiper-mega cubiertas por las leyes absurdas, alejadas de toda realidad, esas
mismas que necesitan saberse bien aquellos que sobreviven para saltárselas.
Pero que siempre tengamos que estar los demás, la inmensa
mayoría, puestos en cuestión por estas gentes que no van a leer tan larga disertación,
porque a ellos también les quitaron la oportunidad de tener letras, me toca las
narices. Y aquellos amigos de lo ajeno son los que tienen la ley en la mano
para amenazarnos, y acongojarnos, para poder ampararse tras ella, me indigna.
Pero es que la realidad está así, la ley defiende al que la
sabe, y no hay mayores sabios de las leyes que aquellos que la necesitan para
incumplirla, para saltársela; que aquellos que deberíamos ser los que
enseñáramos leyes y normas, estemos amenazados por unos personajillos del tres
al cuarto, cubiertos de oro, me hierve la sangre. NO quiero eso para mis hijos.
Y que estoy activo en las redes, ya os digo yo desde aquí,
que demasiado poco activos estamos para denunciar estas injusticias y este tipo
de atropello. Demasiadas minorías nos acallan a las mayorías silenciosas y
temerosas, demasiado poco levantamos la voz aquellos que tenemos algo que
gritar.
Veo que en un principio me quería dirigir al padre de este
niño, pero veo que los despechados somos otros, y que el tono de mi carta no
sería así si supiera que él me lo va a leer, pero como estoy seguro que si
incluso le cae en las manos, no aguantará dos párrafos, he querido desahogarme
por aquí. Y desde ya os digo que si mañana no aparezco por el instituto, que no
os extrañe, estoy con miedo, no por lo que me puedan decir desde dirección, o porque
me aparezca este individuo, sino porque veo que me han dado en aquellas partes
que más duelen a cualquier padre.