lunes, 10 de marzo de 2025

¡¡¡Me han intentado comprar!!!

 ¡¡¡Me han intentado comprar!!! 

Ya sé que todo tiene un precio, bueno todo y todos, pero me sorprendió la forma tan sutil que tuvo Jaime, de primero de Bachillerato, en hacerme llegar un “regalo” envenenado, que yo amablemente rechacé. No por nada, sino porque considero que mi precio para subir la nota es mucho mayor. 



No, es broma, se equivocó a la hora de subir un trabajo al Aula Virtual, y le dio a un PDF que no era el que él pretendía enviarme. Pero entre risas, a mí me dio por pensar, en esta época de estrés y nervios, cómo nos puede jugar malas pasadas el estar tan llenos de inquietudes, algunas de ellas fútiles e innecesarias. 



Pido perdón de ante mano a mis compañeros de profesión, porque, aunque soy profesor de religión, sigo siendo parte de la comunidad educativa de un centro público, con vocación de ser de Calidad. Y también quiero aportar mi granito de arena a esa superior posición en los estándares de calidad de nuestro centro. 

Primero, creo que somos los primeros interesados en restar importancia a los exámenes que montamos, como si se nos fuera la vida en ello. Y no quiero restar importancia a los mismos. Pero sí que, viéndolo desde fuera, ¿no será que le estamos dando demasiada importancia a algo en la vida real se ha quedado trasnochado? 

Las oposiciones, que es lo más parecido a nuestros exámenes a nuestros queridísimos alumnos, son mera patrañas, puesto que todos sabemos que estudiarse una batería de temas, aprobarlos e incluso hacer una buena defensa de mi práctico, no equivale a ser un buen profesional de la enseñanza. Y creo que todos sabemos de lo que hablo.  

La vida real nos pide que aterricemos y veamos qué es lo que queremos de profesionales de la educación en nuestras aulas. Que, aunque la mayoría hemos llegado donde estamos por vocación, hay muchas personas, que una vez metidas en el fregao, esto se les queda grande; que es duro, y que son muy pocos los que resistimos los embistes de la vida. Y los que lo hacen, porque no tienen otra cosa, lo hacen a costa de los alumnos más débiles, y a los que es fácil estigmatizar colgándoles carteles de vagos, paseantes, o medicados.  

Lo siento, pero he de romper una lanza por aquellos alumnos que realmente no tienen otra manera de reaccionar, cuando se encuentran frente a un profesional que no los quiere tal y como son, o que al menos no se preocupa por conocer su situación que le acompaña detrás de su ser como es. A veces es una medicación mal regulada, y otras, vete tú a saber... Y es tan fácil como pararse a escuchar, lo que ellos te escriben, o cómo lo hacen...  

Sé que muchos me dirán que ellos no tienen tiempo en sus clases para hacer esto que propongo, y es que no propongo que lo hagamos todos; al igual que también considero que el departamento de orientación está desbordado, en un instituto de más de 1.500 alumnos y 120 profesores.  

Pero es que no todos tenemos que hacerlo, sólo bastaría con que nos pusiéramos a trabajar más en común, porque todos trabajamos con el mismo material dañado. Que no perdiéramos el tiempo en fútiles controversias externas, de si una asignatura tiene más derecho o menos de estar en el currículum, más que nada porque eso no nos compete. Nuestra lucha competencial sería más útil si nos pusiéramos codo con codo a trabajar y a remar todos en el mismo barco, que creo que es lo que pretende nuestro equipo directivo. 

Basta ya de celos pueriles o de críticas soterradas, para evitar dar el cayo. Creo que hemos de hacer más equipo, e intentar arreglar lo roto, antes bien que señalarlo y lavarnos las manos. Esta juventud se merece nuestra educación, ni nuestros paños calientes, ni que estemos cada uno haciendo la guerra por nuestra cuenta. 

Ahora vienen las reuniones de evaluación, y me gustaría ver unas reuniones que sean fructíferas, y no estériles reuniones para cubrir el expediente, donde señalemos el número de aprobados y suspensos, para saber rápidamente cuántos serán los que van a pasar de curso, y cuántos no merecen ni entretenernos, es duro, pero es así... y no podemos mirar para otro lado. 

No pretendo que se alarguen las reuniones, más bien lo contrario. Porque lo que hacemos se podría hacer en menos tiempo, y no tanto darle vueltas siempre al mismo caso en nuestros grupos. Estoy harto de ver y oír a compañeros quejarse de tal o cual alumno, cuando no se sabe ni de donde viene su imposibilidad de dar más. Y no digo que todas las reuniones sean tan estériles, pero que hay alguna que nos podíamos ahorrar, por propia salud y por la de nuestros compañeros y alumnos. 

No podemos ser juez, sin ver que también somos parte del problema... 

Y qué propongo, que ahora no puedo ser yo el pilatos de turno... Pues bien propongo que se haga más equipo, que nos pongamos a conocernos más, como personas, no como meros transmisores de conocimiento... que sé que esto ya lo hacemos entorno al café, con más o menos regularidad.  

Anoche, una compañera de otro centro me habló de un proyecto de tutorización personalizada, en la que los profesores, tenemos parte de las horas de guardia, empeñadas en tener alumnos individualizados (dos o tres a lo sumo) con los que hacer esas entrevistas personales, que serían más de ayuda para que el niño-a se sienta acompañado. Tampoco haría falta tutorizar de esta manera a todos los alumnos, sólo a los que tenemos con más alto riesgo de... (todo lo que pongamos los nombres que sabemos), y esa lista puede irse actualizando. Sé que no somos psicólogos, pero que podemos ser escuchantes y embudos, o coladores, para saber filtrar lo que veamos que sea más urgente de tratar. 

No soy quién para dar lecciones, algo que nunca me ha gustado de aquellos que se han montado en el pedestal y han lanzado teorías a diestro y siniestro, como si esto fuera harina de otro costal, y a nosotros no nos tocase para nada. Todos sabemos que, con alumnos un poco menos dañados en nuestras aulas, nos sería más fácil transmitir conocimiento, que es para lo que nos pagan realmente. 

Y sí, he recibido lecciones de entre los mismos compañeros de esto mismo, de hacer algo precisamente, no para conseguir nada, sino por puro altruismo. Ya sé que nos podemos todos colgar el cartelito de “yo también me he quedado para hacer algo en alguna ocasión fuera de mi horario”, pero también sabemos que no hablo de eso de alguna vez; sino de alguien o alguienes que dan su tiempo e incluso ponen dinero de su bolsillo para esto mismo.  

Y esos son los profesores que arrastran a 130 personitas a un teatro, o los que una vez jubilados todavía se dejan caer por el centro, para aportar su granito de arena, aunque sea con un recital de poesía. 

Ahí es donde no podemos ponernos ninguna medalla, puesto que quien realmente lo hace, no busca jamás reconocimiento, puesto que su satisfacción es simplemente ver que las cosas salen, a pesar de los contratiempos, y que la gente responde a una llamada de SOS. Esas personas merecen la pena, y quiero estar a su lado, a ver si se me pega algo... 

No quiero dejar de pasar la oportunidad que me da que hayas llegado hasta aquí para poner en valor también a los alumnos que a pesar de los pesares siguen adelante, contra viento y marea, porque nadie sabemos de qué material estamos hecho, hasta que te toca bregar en estos mares para nada favorables. 

Y tranquilos, la tormenta también pasará. Y todo en calma, viéndolo en perspectiva, os puedo asegurar que se ve mejor. Lo podemos utilizar para mirar hacia atrás, jamás con rencor o para recriminarnos nada, antes bien, para aprender a mirar hacia adelante, a intentar no tropezar con la misma piedra, y aunque esto se diera, no importa, porque significaría que todavía teníamos algo que aprender de aquello.  

Como hablaba el otro día con uno de vosotros, todo eso es una mentira, una patraña; y cuando pasen los años y traigáis aquí a vuestros hijos, verás cómo me diréis, que esto en lo que ahora estáis embarrados no era tan importante, porque lo que de verdad importa es lo que sucede de puertas para fuera. 

Aquí, entre estas cuatro paredes, aunque os pueda parecer que estamos enclaustrados, lo que estamos es protegidos de las inclemencias del tiempo. Porque os puedo asegurar que la vida real, no es tan fácil. Y si no preguntadles a vuestros padres. O, bueno, quizás estoy hablando demasiado, y para algunos de vuestros mayores, que lo haya sido... ahí lo dejo, tarea para el fin de semana, entre examen y examen, pasadles un test a vuestros mayores y preguntadles lo fácil o difícil que les fue a ellos pasar por el instituto...  

Y ya me contaréis la semana que viene en clase, espero vuestros comentarios, de viva voz, o por escrito; (porque sé que no todos os atrevéis a levantar la mano cuando pregunto, al igual que sé que no todo el que está escuchando esto, está en mis clases) 

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